La saga familiar Perea, fabricaban campanas desde 1770. Su tradición como fundidores de campanas se remonta a Joseph Perea vecino de Barrón en Álava, después pasó a su hijo Carlos, que fijo su residencia en la cercana Berantevilla y ahí permaneció este taller durante muchos años En esta población nacieron sus tres hijos que se dedicaron al oficio de sus antepasados, dos de ellos, Hilario y Benito salieron de su pueblo para ampliar sus posibilidades laborales y se establecieron entorno a 1890 en Hervías (La Rioja) en la calle Cristo, 1.
En 1910, se vuelve a dar parecida circunstancia y optan los hermanos Hilario y Benito establecerse con sus hijos en Miranda de Ebro y Logroño respectivamente.
La sociedad Hermanos Perea está compuesta por Hilario y Benito Perea Alegría, siendo Hilario el hermano mayor, con once años de diferencia respecto a Benito. Su primer contacto con Hervías data de 1886, año en que fundieron una campana de 760 kg llamada San Bartolomé. Poco tiempo después, abrieron su herrería-fundición en Hervías.
El primer trabajo documentalmente registrado desde este nuevo taller tiene lugar en 1893, cuando fabricaron la campana para la torre de la iglesia de Huércanos. A partir de ahí, su producción fue numerosa, tal como recoge el portal [campaners.com]. Entre sus trabajos destacados se encuentran las campanas de 1.050 kg para la parroquia de Grañón (1895) y, aunque esta lista es probablemente incompleta, también figuran las campanas y yugos para Santurde de Rioja y Cirueña (1898); las de las Bernardas de Santo Domingo de la Calzada (1899); Santo Tomás de Haro (1901); dos campanas para Ezcaray (1902 y 1904); Pazuengos y Viloría de Rioja (1904); Ojacastro, Castañares y San Javier en Murcia (1905); un campanillo en Ojacastro (1906); campanas de Bañares (1907) y Cirueña (1908).
A estos trabajos hay que sumar la refundición de la campana conocida como “Aguijón” de la Catedral de Santo Domingo de la Calzada, además de la reparación de campanas en Davalillo y Cenicero. Fue una etapa de creciente prestigio para los hermanos Perea, reconocidos incluso en la prensa regional. Así, el alcalde de Torre de Cameros expresó públicamente en el periódico La Rioja el siguiente elogio:
“Que en la refundición de dos campanas, bendecidas el 2 de junio y colocadas al día siguiente con sus yugos nuevos, que pesan en total 1.060 kilogramos, tanto campanas como yugos fabricados conforme al arte, no se puede menos que elogiar a los hermanos campaneros don Hilario y Benito Perea, vecinos de Hervías, a quienes todo el vecindario vitorea.”
Más allá de La Rioja, los Perea extendieron su influencia a Navarra. No hay noticias de trabajos en Álava durante este período, lo que sugiere una posible distribución geográfica familiar en la que desde el taller de Berantevilla se atendían esas localidades. Entre sus trabajos navarros destacan la reparación de campanas en Villatorre, Lorca y Murillo en 1902, además de la adjudicación para reparar campanas y construir un chapitel metálico en Oteiza.
Con el crecimiento del negocio, se incorporaron a su taller herreros expertos, y ampliaron su radio de acción. Realizaron encargos más alejados, por ejemplo, en Madrid para el convento de los Padres Misioneros del Buen Suceso.
Asimismo, integraron en sus servicios la instalación y mantenimiento de relojes de torre. Además de fundir y reparar campanas, pronto desarrollaron trabajos propios de relojeros. En el Anuario de la Industria y el Comercio de 1904 aparecen registrados como fundidores y constructores de relojes de torre. La primera referencia documentada de esta faceta es la instalación de un reloj para la festividad de los Santos Cosme y Damián en El Redal (1907), coincidiendo con la refundición de la campana grande de la localidad. También intervinieron en Grañón en 1908, donde su habilidad para reparar el reloj de la torre “destacó donde otros no pudieron”.
Finalmente, la integración de los Perea en Hervías fue notable, y Benito llegó a desempeñar importantes cargos públicos como concejal y alcalde del municipio, ganándose gran respeto en la comunidad.
En agosto de 1909, Hilario y Benito emprendieron su trayectoria en solitario. Hilario se instaló con su hijo Ángel Perea en Miranda de Ebro, donde establecieron el taller. Su hijo y, posteriormente, Viuda de Perea y sus sucesores se convirtieron en todo un referente en el norte de España en lo concerniente a la fabricación de campanas.
Con una trayectoria más corta en el tiempo, la saga de Benito también fue muy reconocida como fabricante de campanas en Logroño. Benito se instaló en Logroño, en la carretera de Burgos, y su taller, ahora más especializado, ya no era el tradicional de herrería, sino el de un broncista.
En 1916 se traslada su fábrica de campanas y relojes a la calle Trinidad de Logroño, frente al entonces Hospital Militar. Por esos años, su taller se denomina Benito Perea e Hijo y, entre otros trabajos, registra diversas fundiciones en la vecina Navarra, en poblaciones como Naza, Mendavia, Estella, Cárcar y Muez. En 1918, se produce un accidente cuando al desprenderse una campana, el latigazo de una cadena arrastra a José Perea, causándole la fractura de ambas piernas. Por fortuna, pudo seguir trabajando.
Esta etapa, una de las más fructíferas en La Rioja, incluye la fundición o refundición de campanas en Santo Domingo; la campana de Pradejón (1914); Corera (1916); Ochánduri; y Berceo (1930). En 1919, posiblemente acompañado de una cierta especialización en piezas para relojes de torre, que se fabrican bajo plano, se puede ver un anuncio en el que se demandan torneros capacitados.
Unos años después, se anuncian los relojes de torre "sistema Perea". En 1928, instalan y mantienen el reloj de la Beneficencia de Haro, y en 1930, los relojes de la Diputación por 45 pesetas.
Entre sus campanas destaca la campana María (1926) de la Concatedral de la Redonda de Logroño, que con sus 2.816 kilos es un símbolo de la ciudad. También otras interesantes campanas como las de Laguna de Cameros, que son refundidas en 1930.
Benito Perea falleció el 9 de septiembre de 1932, dejando un legado sólido en la tradición relojera y de fundición de campanas. Para entonces, llevaba años siendo una persona reconocida en Logroño.
Tras la muerte de Benito, la actividad continuó con su hijo José Perea Val.
Se registran fundiciones y refundiciones importantes hasta mediados del siglo XX, como la campana de Viniegra de Abajo o (1935) Santiago de Logroño en (1936), las de Arenzana de Abajo y Cirueña (1937) , Sotillo del Rincón (1939), en las Palmas de Gran Canaria, en Oncala, San Pedro Manrique en Soria, Villar del Río, Santurde de Rioja (1940); Valdeprado, Sotillo del Rincón, Batea y Teror (1942) ;Trebago y Monteagudo de las Vicarías en Soria (1943) Ventosa de Rioja (1944), así como el reloj de torre en la iglesia de Grañon, Bobadilla y Santa Cruz de Yanguas (1946); Ojacastro (1948) y la campana "Nuestra Señora del Rosario" en Viguera u Ojacastro (1949), y de esta época también es la de la Sagrada familia de la concatedral de la Redonda de Logroño (1951)
El útimo trabajo que se conoce del Benito Perea Val es su contratación en 1955 para los servicios de entretenimiento y reparación de los relojes que tiene el ayuntamiento por 5000 pesetas, siendo el único que se presenta.
Sus hijos hijo José y Jesús Perea Simón ya no serán campaneros ni relojeros de torre.
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